Todos los viajes comienzan con un primer paso. También la terapia.
Una primera llamada, un e-mail, un mensaje de whatsapp….
Es un primer paso a un camino que no sabes muy bien a dónde lleva, pero que sabes que es el que necesitas tomar.
En todas las primeras sesiones, tengo muy en cuenta el sentimiento de vértigo que tiene quien se sienta frente a mí. Y no es para menos. Sea cual sea la demanda de terapia, está a punto de contarle a alguien que acaba de conocer aspectos de su vida que muy poca gente conoce. Así que dejo que el ritmo lo marque esa persona.
Comienzo explicando cómo entiendo yo la terapia psicológica, y cómo trabajo, los enfoques psicológicos que utilizo, los marcos teóricos que guían mi trabajo, y cómo suele ser una terapia con el objetivo que me plantea, dejando claro que cada persona es un mundo, y que puede que su caso sea diferente y necesite otro enfoque para recibir el mejor trato posible.
Y una vez las fichas están colocadas en el tablero, comenzamos. Empiezan las preguntas por mi parte: “¿cuándo pasó?, ¿desde cuándo te sientes así?, ¿qué cosas has probado hasta ahora para sentirte mejor?, ¿a qué otros aspectos de tu vida afecta?, etc.”. Son algunas de las preguntas que más frecuentemente realizo, porque me ayudan a hacerme una imagen general de cuál es la situación de la persona que tengo delante, y qué factores han influido para estar en el punto en el que se encuentra en su vida. Pero lo más importante de todo para mí es que, si me responde, sea porque de verdad siente que está bien responder a esa pregunta, que no es demasiado pronto, que no le intimida hablar de ese tema en concreto conmigo, que no prefiere dejarlo para más adelante. Responder antes de tiempo a una pregunta íntima, aunque sea en el contexto de una terapia psicológica, puede ser un error muy grave.
¿Por qué?, total, si ha venido a terapia seguramente en algún momento terminaremos hablando de ello. Pues porque, aunque sea su motivo de consulta, aunque sepa que tiene que abordar ese tema en terapia, hablar de algo doloroso, o muy íntimo, con alguien con quien aún no tienes la suficiente confianza, aunque sepas que puede ayudarte, puede ser traumático, y eso es justo lo contrario de lo que persigue la terapia psicológica.
Con esto estoy hablando de lo más importante de la terapia psicológica: El vínculo entre terapeuta y paciente. El terapeuta puede ser muy listo, y estar muy bien formado en tu necesidad, pero si por algún motivo no te sientes a gusto con esa persona, no te cuadra su manera de abordar tu conflicto, o crees que no logra comprenderte del todo, nada de lo que haga o diga te ayudará totalmente. Porque falta ese vínculo terapéutico, que es lo que hace posible todo el proceso de terapia psicológica.
Por eso insisto tanto en respetar el ritmo de quien se sienta frente a mí, en recordarle que, si no quiere hablar de algo, podemos dejarlo para más adelante. Porque lo más importante es que sienta que tanto la terapia como el lugar en el que se realiza, ya sea en el despacho u online, es un espacio seguro.
La terapia es un camino a tu interior que recorres acompañado/a de tu psicólogo/a. La primera sesión es el primer paso, tal vez el más intimidante, y también el más difícil. Lo que venga después no se sabe cómo será, pero si te sientes en las manos adecuadas, todo parece más sencillo.
Si crees que puedo ayudarte, no dudes en contactarme. Estaré encantada de recorrer ese camino contigo.